Obra del Integrante del grupo Nueva Figuración.
Los hijos y herederos del pintor argentino Ernesto Deira, Silvina y Martín Deira, hicieron público un reclamo que llevan adelante desde hace años al Instituto de Arte Latinoamericano de la Universidad de Chile para que devuelvan un conjunto de siete obras de su padre, que se creían inicialmente destruidas por la dictadura de Augusto Pinochet, pero que aún existen.
Integrante del grupo Nueva Figuración, Deira presentó hace 50 años siete pinturas que conforman la serie denominada “Identificaciones” en una exposición organizada por el Instituto de Arte Latinoamericano de la Universidad de Chile. El pintor falleció con la convicción de que sus obras habían sido destruidas durante la dictadura de Pinochet, que tomó el poder mediante un golpe militar, a poco de ser inaugurada la muestra.
En el año 2003, el artista Luis Felipe Noé -también integrante de la Nueva Figuración– tomó conocimiento de que las obras existían y que se encontraban en buen estado en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), también dependiente de la Universidad de Chile.
“A partir de entonces efectuamos numerosas gestiones y reclamos para lograr su recuperación, pese a lo cual las obras permanecen retenidas sin justificación alguna en el MAC”, dice el comunicado que la familia Deira difundió a la prensa.
“Tienen las obras de manera ilegal. No tienen el papel de compra venta. Es un robo indebido. Ningún funcionario se anima a poner la firma y decir ‘llévenselos’. Están en un depósito hace 50 años. Ni siquiera los tienen en exhibición. Devuélvanlos”, exclama a Télam Silvina Deira, luego de narrar en detalle los numerosos vericuetos a los que se enfrentan desde el año 2006.
“En enero de 2019 la Universidad admitió la documentación requerida que acredita nuestro carácter de titulares de dominio de las obras. Su director jurídico nos comunicó expresamente esa conformidad y agregó que estaban redactando la resolución del rector como para que se efectivizara la restitución. No obstante, seis meses después y sin mediar ningún otro intercambio, se nos hizo saber que la restitución quedaba sujeta al cumplimiento de una serie de condiciones inaceptables, por lo que fueron inmediatamente rechazadas”, explica la hija del artista.
Para Silvina Deira se trataba de “un planteo cuasi extorsivo por el cual los herederos debíamos desprendernos de los atributos que hacen a nuestro legítimo derecho de dominio, a favor de la Universidad. Y que sólo así podríamos aspirar a la debida restitución”, lo que motivó la ruptura del marco de buena fe en el que se habían desarrollado las conversaciones.
La familia efectuó entonces una denuncia ante el International Council of Museums (ICOM) mientras espera que las obras regresen a la Argentina: siete pinturas en blanco y negro que aluden a la guerra de Vietnam, la tortura, los derechos humanos: “Son cuadros muy fuertes, impactantes”, dice Silvina Deira sobre los trabajos de su padre exhibidos inicialmente en la galería Carmen Waugh, de Buenos Aires, en 1971, y luego en el país vecino en 1973.
“Cuando mi viejo intentó recuperar sus cuadros le dijeron que Pinochet los había quemado, junto con los de otros artistas. Eso habrá sido año 73 o 74. Mi viejo murió en París en el 86, pero en el folclore familiar quedó la idea de que estos cuadros estaban quemados”, relata la denunciante.
Luego, en 2006, se organizó una retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes por los veinte años de la muerte de Deira (1928-1986), institución que dirigía Américo Castilla, amigo de la infancia de Deira. “Entonces, Yuyo Noé, que había viajado a Chile nos llama un día a mi hermano y a mí para decirnos que los cuadros de mi viejo estaban en un depósito del Museo de Arte Contemporáneo de Chile”, cuenta la hija.
“Pensé ‘tenemos una gran muestra para el Bellas Artes, vamos a poder exhibir los cuadros que están en Chile. Y ellos nos dijeron que nos los prestaban. Y nosotros respondimos “No, no los prestas nada, no son tuyos. Ahí comenzó nuestro reclamo”, asegura la mujer que desde entonces ha realizado gestiones y golpeado puertas en dependencias estatales, embajadas y consulados de éste y del otro lado de la Cordillera.
“Son obras de gran tamaño, en blanco y negro, que refieren a los conflictos y guerrillas del tercer mundo. Uno de los retratados es el Che Guevara, visto desde abajo como un Cristo; hay niños de la india. La temática es el hambre y la guerra en el mundo, especialmente en Africa y América Latina”, confirma a Télam la historiadora María José Herrera, ex curadora del Museo Nacional de Bellas Artes durante dos décadas.
“La serie se expuso en el 71 en Buenos Aires y en 1973 en Chile, en un espacio que pertenecía a la universidad. Con la caída de Allende, la ocultaron para que no lo quemasen pero se la terminó quedando el MAC”, describió Herrera.
Según la ex directora del Museo de Tigre, “las obras eran de un alto contenido político, de denuncia a la explotación del primer mundo al tercer mundo, todos los conflictos de principio de los 70. Después fue el golpe militar acá entonces no era posible ir a pedir una obra que se relacionaba con el poder militar de las grandes potencias y el Plan Cóndor. Eso selló el destino de todo”.
Según Herrera, las obras fueron realizadas en blanco y negro “para que tengan el aspecto testimonial de un diario; un tipo de pintura que parece radiografía, como si mostrara también el interior de las personas representadas, en este caso como cadáveres en las morgues”.
“Deira nunca hizo este tipo de obras, por excepción de esta serie -aseguró Herrera-. Es su primera obra de contenido político explícito. Él ha hablado de otros contenidos políticos pero de manera mucho más metafórica. Estas son únicas”.
“Queremos que los cuadros vuelvan a Argentina. No es un interés económico. Queremos que se exhiban acá”, dice Silvina Deira sobre el conjunto de trabajos que el propio Deira trasladó a Chile enrollados, en una época de reglamentaciones mucho más laxas a la hora de trasladar una obra de arte.
“Y para los chilenos esos cuadros son de ellos, están patrimoniados. Uno se pregunta ¿con qué derecho?”, exclama la mujer, hija del pintor y abogado, quien se inició en el estudio de la pintura con Leopoldo Torres Agüero, y luego en el taller de Leopoldo Presas.
Deira integró el grupo Nueva Figuración junto con Luis Felipe Noé, Rómulo Macció y Jorge de la Vega. Juntos expusieron en el Museu de Arte Moderna (MAM) de Río de Janeiro.
Además, en 1966, en la III Bienal Americana de Arte en Córdoba, obtuvo el Segundo premio de pintura con “Variaciones para un bastidor bien tensado” y en 1967 recibió el Premio Palanza de la Academia Nacional de Bellas Artes.
En 1970 se concretó su primera retrospectiva en el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa de Córdoba y en 1971, la mencionada primera exposición individual en la Galería Carmen Waugh de Buenos Aires (luego denominada Galería Jacques Martínez).
Deira inició entonces una serie de exposiciones locales e internacionales que marcaron en 1974 su ingreso al circuito artístico europeo. En 1983 obtuvo el Primer premio de Pintura de la Fundación Fortabat. Falleció en París en 1986.
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